Cierre de los 30diasenbici y ganadores del concurso de microrrelatos.

El pasado viernes 30 de abril pusimos fin a la campaña 30 días en bici de Logroño con un acto de clausura en la librería Santos Ochoa.
Tras un breve recorrido por todas las actividades realizadas durante el mes, y el agradecimiento a todas las personas que han colaborado en el éxito alcanzado, los autores de los mejores microrrelatos seleccionados del concurso leyeron para el público sus escritos, recabando aplausos y emocionando a los asistentes.
El relato elegido por el jurado como ganador fue el titulado “OCHO MINUTOS”, escrito por Roberto Gómez Carcedo, quien además recibió un diploma y varios regalos aportados generosamente por diversos colaboradores: un lote de libros de la librería Santos Ochoa, 6 guías de cicloturismo de Bicimap, un manual de ciclismo urbano ilustrado del Gato Peráltez; y material ciclista urbano cedido por tiendas de Bici Rioja Fer (Hogar ciclos, Bici Iván, Ciclo XXI y Rioja Sport).
Otros relatos seleccionados fueron: “CARRIL AL MONTAR” y “UN AMOR RODADO”, de Francisco Javier Hernández; “MI MEMORIA”, de Jorge de Leonardo; “Y TÚ, ¿QUÉ QUIERES SER?”, de Miren Pérez; “EL GÉNERO DE LAS BICICLETAS”, de Mónica Giacomozzi; “BENDITA BICICLETA”, de Jaime de la Iglesia; y “REVOLUCIÓN”, de Almudena Herrero.
También los niños participaron en el concurso y leyeron sus creaciones, destacando: “LA BICICLETA DE ARSENE”, de Ana González Vidales; “LA TERRIBLE HISTORIA DE LA BICICLETA”, de Mikel Eusebio Martínez; “JUAN Y LA BICICLETA”, de Nerea Martínez; y “LA BICICLETA NO CONTAMINA”, de Raúl Villar.
Todos ellos recibieron además un detalle por la participación y, tras una fotografía de grupo, finalizó el evento emplazando a utilizar este medio de transporte limpio, saludable, silencioso y amable, no solo en abril, sino todos los días del año.



Relato ganador (1º)
“OCHO MINUTOS”
Rodando hacia el trabajo, amanecía. Sólo se escuchaba el crujiente susurro de la gravilla al paso de mis ruedas. A la altura del palacio de congresos, sentí cómo una luz blanca y tenue me daba alcance. Una voz rompió el frío de la mañana:
—¡Hola! ¿Vas lejos?
—No mucho —respondí—. Trabajo a unos tres kilómetros.
—Yo trabajo en el hospital —dijo—. Hoy es el primer día que voy en bici.
Circulamos juntos durante ocho minutos y después, cada uno por su camino. Era viernes. La escena rondó mi cabeza en algunos momentos durante el fin de semana.
Llegó el lunes. De nuevo hacia el trabajo y de nuevo, su luz y su voz me alcanzaron:
—Parecemos sincronizados —dijo…
—Así es —afirmé.
Al cabo de unas semanas, aquellos ocho minutos eran para mí el momento más esperado del día.
Un 13 de abril, el fuerte viento de cara retrasó mi llegada al punto de encuentro. Pedaleé fuerte hasta que vi su luz a lo lejos. Grité su nombre y paró al instante. Una vez a su altura, nuestros cascos chocaron sin poder evitar un beso.
Hoy, seis años después, dos lucecillas blancas y brillantes nos siguen allá donde vamos.
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Relato seleccionado (2º)
“CARRIL AL MONTAR”
Acudieron, entonces, al Cirujano. Le mostraron mapas y cartografías seculares, le llevaron todos los materiales de que se componían las carreteras y hasta recogieron varias muestras líquidas de las esperanzas de los habitantes de la ciudad, tiznadas de un color como de hollín.
Pocas veces se había visto un ajetreo tal en las calles: todos trabajaban agitados por acabar con un extraño fenómeno que ocultaba indefinidamente a quienes circulasen en bicicleta hasta hacerlos aparecer en otro lugar azaroso.
‹‹Esta ciudad se os desangra. Tiene las venas tajadas todas en algún punto››, fue el diagnóstico que el Cirujano trasladó al Señor Alcalde. ‹‹Haga cuanto sea preciso››, contestó este al cabo.
Un grupúsculo de técnicos entregó la ciudad entera, envuelta en un precioso pañuelo de lino, al Cirujano, que se encerró en su taller para resolver el problema, ajeno a las distracciones del exterior.
Tras meses de trabajos, la devolvió por fin a sus gentes, animándolas a montar de nuevo en bicicleta; sorprendentemente y por primera vez en mucho tiempo, no se registró ninguna desaparición.
Fascinados ante cómo la vida había vuelto de pronto a la ciudad, preguntaron al Cirujano qué había hecho. «Bastaba unir las venas para no perder la sangre», respondió.
DOCUMENTO FOTOGRÁFICO EXTRAÍDO DEL DIAGNÓSTICO DEL CIRUJANO
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Relato seleccionado (3º)
“MI MEMORIA”
Vislumbro su forma en una esquina, tapada con una lona que sepulta años de olvido y polvo. Siempre ha estado ahí. La foto que, de forma perezosa, cayó del libro de poemas me lacera el alma: el abuelo Manuel, la bicicleta nueva y yo.
La rescato de su eterno descanso. Sonrío con la nostalgia de quien hace lustros perdió su infancia. No me importa el manillar herrumbroso, ni las ruedas cuarteadas por la humedad; lo que me obsesiona es devolverla a la vida para que observe orgullosa su ciudad. Mi ciudad.
Que en cada paseo descubra un lugar nuevo, que se mimetice con el discurrir pausado del Ebro, con el aire limpio, con el vaivén de las hojas de los árboles… con LOGROÑO.
Saco la foto del bolsillo, sonrío al abuelo Manuel y mi conciencia vuelve a estar en paz. Mi hija me sorprende rozando con suavidad reverencial el cuadro de la bicicleta.
—¿Qué haces, papá? —pregunta casi en un susurro, queriendo no romper la magia creada.
Me giro despacio y le contesto de manera enigmática, pero dulce:
—Regalarte mi memoria, hija. Regalarte mi memoria.
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